Una solitaria tarde lluviosa se está yendo,
lentamente
se muere mientras las gotas
golpean
el vidrio de mi ventana una vez más
y
las ultimas luces del día se apagan otra vez
para
dar paso a una nueva noche vacía de sueños
y
enteramente compuesta de horas insomnes
que
me van a acompañar nuevamente a navegar
por
mares inexplorados y grutas insondables
en
la negrura interior de la caverna de mi mente.
Juegos
de palabras indescifrables y vientos fétidos
que
surgen de las fosas de un cementerio virtual
en
el que son enterrados todos los días pensamientos
que
no llegan a poder cristalizarse en mi conciencia.
Flores
muertas en un florero pasado de moda
esperan
en el centro de una mesa oxidada y quebrada
a
que aquel comensal que se fue una mañana vuelva
a
reclamar las cosas que nunca fueron del todo suyas
para
poder cerrar ciclos de pena y abatimiento absurdo.
Una
indescriptible atmósfera se cierne sobre todos
y
el olor de la podredumbre se adueña de las casas,
barrios
deshabitados y basura en las calles ruinosas
dan
el tono de este cíclopeo cementerio de la urbanidad
en
donde las tumbas son las únicas regentes verdaderas
en
medio de los abigarrados y retorcidos callejones vacíos.
Trato
de concentrarme para no perder mi precario equilibrio
y
brindo una vez mas por aquellas ilusiones que se fueron,
que
muertas y enterradas yacen en un rincón de mi mente,
le
dedico una ultima sonrisa al verdugo que viene a matarme
y
canto una canción cuya melodía aprendí de memoria
cuando
la infancia estorbaba la triste realidad que me rodeaba.
Siempre
es temprano para tomar otro trago del vino del olvido
aunque
nunca es suficiente para poder olvidar tu ausencia.
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