sábado

Reminiscencia

Una puerta se cierra y se abre,
tal vez mecida por el viento salvaje
de una noche primaveral lluviosa
que barre los restos que quedan
del aun agonizante ultimo invierno.
Una casa silenciosa y solitaria
que es devorada por los espíritus
que habitan las noches sin luna,
testigo de mi magra fortuna amorosa
y de mis tribulaciones en las madrugadas
en torno a lo difícil que es quererme.
Ventiscas que abren panoramas tenues
y sombras acechando a cada paso dado
son el corolario de un arco iris apagado
que murió sin penas que contar olvidando.
Magistrales muestras de respeto al pasado
y una terca obstinación por seguir aferrando
manos que en el pasado ya se retiraron
y que mas de una vez me fallaron.
Escupo palabras oxidadas y melladas
en medio de papeles incendiarios almidonados
y me río de las peripecias de mi corazón
que siempre encuentra excusas para llorar
cuando las luces del día se mueren en el estío.
Tardes que paso caminando a la vera del río,
de cara a sus aguas y de espaldas al mundo
mientras mi mente se deja llevar por las aguas
que forman el caudal de mi caprichosa memoria
buscando días alejados que ya no están aquí,
añorando viejas calles y plazas con aviones,
de un lugar del que me costo tenerme que ir.
Arrinconado por esta reminiscencia quemante,
busco la luz en mis nuevos y verdes parajes
y camino a la vera del río para lograr olvidar
o recordar de una forma menos punzante
las cosas que alguna vez tuve y ya perdí
para no descuidar las cosas que gane ahora
que son tan valiosas como las que tenia antes.
Que la memoria no sea solo una excusa
para tener ante mi presente una actitud cobarde.