miércoles

Entrañable manera de llevar la bitácora de un encierro dentro de mi mismo.

El modo en que la realidad se hace presente,
su inequívoca forma de mostrar los duros hechos,
siempre termina por evaporar
cualquier duda al respecto.
Cierto es que mi cabeza ya jugaba con la posibilidad
más bien teñida de indudable y fría certeza,
de que bastarían unas cuantas horas
para que nuevamente me desterraran a la torre del olvido.
Traté en vano aliviar el previsible desenlace de lágrimas
que tal perspectiva suele y sabe augurar,
me quebré en mil pedazos antes de poder renacer.
Las noticias no fueron de gran ayuda para mitigar el dolor.
Una espera solitaria frente a un lugar vacío
que nadie quiere o puede con su presencia llenar
mientras melancólico, pienso en horas dormidas
en momentos y días mucho más felices y placenteros.
Evitando pensar demasiado en tiempos de oscura soledad,
en momentos en los que todo lo que pasa me da igual
y siento la carga de mis deudas
viniendo a sofocar mis horas de vigilia,
encerrandome en intrincados laberintos del sentir.
La manera en que las cosas cotidianas se vuelven dañinas,
el simple aroma de una flor evocando pasiones perdidas
y la única solución en el piadoso olvido de la muerte.
Peleo insensatamente contra fantasmas intangibles
y me fastidio ante mi previsible fracaso
mientras me debato y forcejeo
tratando de hacer lo necesario para escapar al tormento
que me sume en el más crudo insomnio desde hace años.
Nuevamente derrotado y francamente humillado,
vuelvo solitario y tambaleandome
a la casa en la que el destino me fijo residencia
y siento nuevamente esa imperiosa necesidad
de matar todas mis penas caminando junto al río.
Y por esos pasos acompañando mi andar,
un deseo poco probable de recuperar una amistad
que se perdió por no saber mirar al rededor a tiempo.