miércoles

Nuevas formas de arruinar la dicha de tener que vivir conmigo mismo.

A veces ciertamente me pregunto cuál es el sentido
de tantas penas pasadas por gente que ya me olvidó,
de personas que por diversos motivos eligieron alejarse
para ya más nunca volver a mirar el sitio dónde estoy.
A esta altura de la vida y un par de años de perspectiva
me dieron parte de la clave de todo este intrincado asunto.
Escribo porqué se que no hay escapatoria a la propia conciencia,
al examen interno que cada uno hace de sí mismo.
No hay negociación posible cuando el verdugo es uno,
y sabe perfectamente que todo argumento es vano frente a su implacable veredicto.
Cambié de todo un poco en el transcurso de mi vida
y avance y retrocedí de manera bastante alternada,
oscilando entre la euforia y la más profunda melancolía,
subiendo a la cima de lo sublime y cayendo en las mazmorras de la más cruel agonía.
Siempre tratando de no perder mi incierta identidad,
de no desaparecer en un mar de voces anónimas y discordantes.
Entré al laberinto de las inestables emociones humanas
sin tener una brújula y un norte demasiado preciso,
me sumergí en mi propia torpeza y caí estrepitosamente,
causando la risa de algunos parroquianos del bar.
Estaba escuchando música de viejas épocas
sin nadie a mi lado con quién intercambiar conceptos y
experimentar el gozo compartido que una buena melodía inspira.
Estaba escribiendo estas palabras sin lector que las reclame
y hundido en un pozo de intensa tristeza
viendo al horizonte sin encontrar nada de interés,
mirando cómo el sol escapa
y las flores mueren irrevocablemente,
dando paso al reinado silencioso de un nuevo otoño.
Teatralizando historias intrascendentes
y agobiando páginas en blanco con palabras que nadie va a leer jamás.

martes

Las desventajas de una cuarentena demasiado prolongada...


La noche me acompaña y el libro de recuerdos
vuelve a abrirse en páginas ya conocidas por mí,
un descuido bastante habitual cuando recorro sus hojas arrugadas.
Veo estaciones de tren, paradas de colectivos,
veo la entrada a la estación del tren subterráneo
y las grandes avenidas del microcentro porteño.
Las idas y vueltas de la gente por avenida Santa Fe, 
el fragor del tránsito en avenida 9 de julio,
las siempre visitadas librerías de avenida Corrientes
y las interminables caminatas por Florida y Lavalle.
Caminando y saboreando el paisaje
antes de encaminarme a la estación de Retiro 
y emprender el regreso a casa.
Días soleados yendo y viniendo a El Palomar,
años de caminar sus calles ya conocidas,
y de frecuentar sus atardeceres, sus encantos y misterios,
de recorrer sus rincones más secretos y únicos.
Una pena se apoderaba de mi alma al evocar sus imágenes,
y las lágrimas brotaban al verme de pronto tan lejos.
Hoy en día ya acepté la distancia,
ya su memoria no es una situación dolorosa,
ya la nostalgia se transformó en una simple añoranza.
El peso de los años ya fue aligerandose, mitigando sus filos,
no tengo raíces a las que aferrarme,
ni gente a la cuál querer ni extrañar.
Me siento perdido entre gente extraña y hostil,
bombardeado de mensajes vacíos e imágenes huecas,
de falsas religiones y de esperanzas vanas
que no llevan a ninguna parte.
Me siento asqueado de mi mismo y de la humanidad,
flotando en lagos de fastuosa pomposidad,
obsecuentes y arrastrados por la mediocridad.
Una televisión dicta el nuevo evangelio según la paranoia
y sus predicadores son la nueva tendencia en redes.
Desmoronamiento y aburrimiento antes del suicidio,
lágrimas derramadas y puestas a secar en un mantel,
la última alegría tan lejos y la pena a flor de piel,
travesías al abasto y al parque centenario,
ecos de una felicidad pérdida hace tantos años,
tantos que ya no los puedo contar con exactitud.
Un nombre inconfesable ronda y quiere salir de mis labios,
una promesa por cumplir qué quedó en el tintero
y una puñalada sangrando en mi espalda,
delatando el río de sangre de una historia ambigua,
de amores y desamores aleatorios
y condimentos dignos de una mala  y tenebrosa novela de terror.
Escapando una noche más a la tentadora fuente del delirio,
saboreo mi sangre reseca de viejas heridas
y cierro los ojos tratando de dormir.

Dónde está mi verdadero hogar.


Normalmente no me gusta escribir sobre asuntos
en los que mi conocimiento es más bien limitado.
No obstante es precisamente eso lo que hoy voy a hacer.
Llevar una especie de diario o bitácora de viajes
no fue nunca mi verdadera intención
cuando hace ya varios años atrás, le di vida a éste espacio.
Dije que el tema del que debo hablar me es difícil
y deben saber que no mentí en absoluto,
bueno, tal vez en parte lo haya hecho pero ya sabrán entender.
Nunca me propuse hablar sobre la manera
en que las creaciones aquí expuestas salen a la luz,
o sobre porqué el estilo del mismo es cómo se ve.
Pero ya va siendo hora de ir aclarando mis viejas dudas,
ese hueco existencial
que periódicamente trato de subsanar
expulsando viejos temores a través de la palabra escrita,
del hecho de poder conjurar ciertos fantasmas al consignarlos
de la humilde y, enclenque a veces, forma que salen aquí.
Escribo porque no hay otra forma de poder ser yo mismo,
porque es la manera más sensata de ser quien soy,
de desplegar en toda su potencia mis capacidades,
porque es la mejor forma de ser auténtico sin traicionarme,
el único lugar en el que no caben mis disfraces y máscaras.
Por eso es que tanto empeño le pongo a darle vida
a un espacio que no tendrá miles de visitas diarias,
tal vez hasta sea leído en clave humorística por algún desprevenido,
objeto del desprecio de ciertas personas
y del desdén de las grandes mayorías.
No obstante, la misión del mismo ya está cumplida,
un espacio para dejar de lado falsedades y eufemismos,
en suma, un lugar donde puedo vivir tranquilo.

lunes

Reconocimiento inútil si es que algo reconozco.

Reconozco que más de una vez fuí alguien desagradable,
admito que no siempre fui una persona en la que confiar,
más nunca la malicia fue el motor de mis injustos actos.
No busco nada parecido a una justificación ni indulgencia,
simplemente describo la situación tal y cómo es,
sin ribetes de belleza poética que endulcen el descargo
que ahora mismo me propongo hacer aquí.
No siempre fuí una luminaria de paz y serenidad,
en realidad si es por ser preciso, jamás me acerqué si quiera a serlo.
Mi sentido del humor oscila entre el extremo refinamiento
y el más básico y pueril chiste,
pocas veces encontré quien ría conmigo de igual a igual.
Una o dos veces topé con gente cuya compañía me hizo bien,
no logro recordar alguna en qué qué fuera al revés.
Constituye mi caso el del solitario que no sabe estar solo,
temo y a la vez necesito urgentemente la compañía
de personas con las cuales entablar una amistad.
Me concentro en mejorar mis cualidades positivas
pero parecen ser invisibles al común de la gente,
incluso a gran parte de mi familia que ven en mí
a un extravagante y pretensioso
que se viste pésimo y tiene un peor carácter.
No soy la estrella más reluciente
en un cielo donde otros brillan por normativas
que no puedo ni estoy dispuesto a obedecer.
La frágil existencia de una individualidad en un mundo mediocre
forzosamente conlleva una consabida soledad.
Ni siquiera sé si vale la pena poner esto por escrito,
ya que no cuento de antemano con la más remota esperanza
de que alguien entienda una palabra de todo cuanto aquí digo.
No me queda más remedio que echar esta botella al mar
y que las aguas se encarguen del resto.

sábado

Turno de seguir escribiendo a pesar de no contar con medios adecuados a tal fin.

En el Día de la Felicidad los personajes de anime con las ...

Noches silenciosas y plenas de una acuciante duda,
la duda misma acerca del propio hecho de existir,
de las derivaciones de plantear si quiera
una pregunta tan elemental y, pese a todos mis esfuerzos,
no tiene ninguna respuesta que explique bien el asunto.
Proverbial manera de pasar los días y las noches,
temores soterrados que hacen su dramática entrada en escena,
una palabra trabada en la garganta y pujando por salir,
viejas fórmulas ya usadas con bastante anterioridad
y una nube de fina llovizna que hace acto de presencia
cuando miro sin ver nada a través de mi ventana.
Alegrías pequeñas y angustias insoportables
que hacen la delicia de mis agudas reflexiones.
Un espacio para guardar viejos sentimientos
que con el correr del tiempo, fueron cayendo en el olvido,
frases que se oxidaron y se volvieron burlas blasfemas,
copias mal sanas y deformes de sentimientos genuinos.
Aplasto con mi pie una colilla de un cigarrillo y camino
sin pensar demasiado en el recorrido que voy a hacer,
desmigajo el tiempo que pasó desde la última vez que fui yo,
desde aquella última tarde en qué pude salir sin mi disfraz,
sin tener que bailar en la tétrica y tediosa mascarada 
en qué se convirtió la vida.
Hagan sus mejores apuestas, el número ganador está ya muy lejos.

viernes

Un poco más tarde y no veo razones para no seguir

Encubro mi dolor detrás de una fina capa de sarcasmo,

me aseguro de no dejar resquicio alguno a la vista,
mientras silencioso concluyo
la trabajosa labor de cubrir mi corazón.
Miro al rededor en busca de herramientas
con las cuales forjar desde ahora mi propio camino, 
libre de ataduras y cariños mal sanos y amores enfermizos.
Una forma más sensata de encarar los intrigantes
laberintos de la condición humana y las pasiones más ardientes,
los misterios más insondables acerca del corazón y sus misteriosos designios.
Me siento perdido entre fuerzas más allá
de las cuales mi capacidad de actuar convenientemente
se ve reducida sencilla pero inexorablemente.
Entretenimiento vano el hecho de periódicamente buscar
entre las personas que diariamente me rodean
una compañía con la cual pasar el tiempo
de una manera más agradable,
más humana, por decirlo de alguna manera.
Encierro voluntario dentro de mi coraza incluso
antes de que todos entraran en la situación actual,
en calles vacías y casas llenas de dudas y dolor,
hace tiempo que vivía encerrado entre recuerdos,
recluido en penas y alegrías que expiraron hace tiempo.
Viendo el mundo a través de una prisión invisible de miedos,
una jaula hecha de rencores y heridas innecesarias
que yo mismo me fuí causando
a lo largo de muchos años de ceguera casi voluntaria.
Disfrazo mis miedos con fórmulas gastadas,
con un falso y forzado buen humor
que no es creíble ni siquiera para mí,
estorbando sin querer hacerlo en la felicidad de quienes amo,
repartiendo los trozos de mi corazón a extraños,
y lamentando que no puedo hacer brotar agua de las piedras.
Humillado y derrotado ante el alejamiento de quienes aprecio,
viendo en silencio cómo sus pasos se alejan
y me dejan atrás sin voltear a mirar,
sabiendo a pesar del dolor que esto me causa,
que no es más que lo que merezco por mis acciones,
que fue forja de mi autoría este final de luces apagadas
y despedidas amargas.
No obstante lo que me queda de orgullo me induce
a tomar (a duras penas) una postura altiva.

jueves

Cuántas veces se miran las estrellas sin verlas realmente.

Pocas veces el ser humano reflexiona seriamente
sobre los peligros y obscenos abismos que le rodean,
sobre el inconmensurable y eterno caos
que rige cómo tirano incontestado más allá de toda lógica,
más allá de todo orden racional,
algo que excede cualquier atisbo de la más suprema imaginación
del más brillante y despierto de los soñadores.
El caos idiota y reptante que rige los movimientos del cósmos
está más allá de todo canon ético y (tal vez) moral.
Los agujeros negros y las estrellas son indiferentes
al parecer de dioses y demonios mundanos,
concebidos y creados por una especie diminuta
en un punto perdido en una de innumerables galaxias.
Pocas veces las personas piensan en lo irracionales
que son las plegarias a un ser imaginado
a imagen y semejanza del ser humano,
un dios capaz de sentir irá divina y desayunar
con el exterminio
de sus propias magras creaciones.
Que poco productivo el tiempo dedicado a semejantes entes,
tan inexistentes cómo la noción
de una bondad y una maldad perfectas.
Todo fue oscuridad y sombras en un principio
y, muy probablemente, lo sea cuando las estrellas se apaguen.
Una mayor libertad y un mayor bienestar
son una de las primeras consecuencias de asumir
que no hay ningún ser sobrenatural que guíe nuestros pasos,
dispuesto a castigar nuestros pecados
cómo un ente omnipresente y bastante psicótico
que nos aplasta cómo a unas pobres hormigas.
El devenir del cósmico mecanismo se rige
por el imprevisible azar y no por algún destino previamente escrito,
eso es lo hermoso (y a la vez pavoroso) de existir.

miércoles

Entrañable manera de llevar la bitácora de un encierro dentro de mi mismo.

El modo en que la realidad se hace presente,
su inequívoca forma de mostrar los duros hechos,
siempre termina por evaporar
cualquier duda al respecto.
Cierto es que mi cabeza ya jugaba con la posibilidad
más bien teñida de indudable y fría certeza,
de que bastarían unas cuantas horas
para que nuevamente me desterraran a la torre del olvido.
Traté en vano aliviar el previsible desenlace de lágrimas
que tal perspectiva suele y sabe augurar,
me quebré en mil pedazos antes de poder renacer.
Las noticias no fueron de gran ayuda para mitigar el dolor.
Una espera solitaria frente a un lugar vacío
que nadie quiere o puede con su presencia llenar
mientras melancólico, pienso en horas dormidas
en momentos y días mucho más felices y placenteros.
Evitando pensar demasiado en tiempos de oscura soledad,
en momentos en los que todo lo que pasa me da igual
y siento la carga de mis deudas
viniendo a sofocar mis horas de vigilia,
encerrandome en intrincados laberintos del sentir.
La manera en que las cosas cotidianas se vuelven dañinas,
el simple aroma de una flor evocando pasiones perdidas
y la única solución en el piadoso olvido de la muerte.
Peleo insensatamente contra fantasmas intangibles
y me fastidio ante mi previsible fracaso
mientras me debato y forcejeo
tratando de hacer lo necesario para escapar al tormento
que me sume en el más crudo insomnio desde hace años.
Nuevamente derrotado y francamente humillado,
vuelvo solitario y tambaleandome
a la casa en la que el destino me fijo residencia
y siento nuevamente esa imperiosa necesidad
de matar todas mis penas caminando junto al río.
Y por esos pasos acompañando mi andar,
un deseo poco probable de recuperar una amistad
que se perdió por no saber mirar al rededor a tiempo.

martes

Otra vuelta al rededor del sol y una poetiza que sigue en mi corazón y mi memoria.

El misterioso destino de ciertas palabras sorprende,
la maestría con que la vida me coloca en situaciones equívocas
y espera que resbale y caiga rodando torpemente.
Incluso yo me sorprendo al descubrir que sigo en pie,
que los golpes de la vida me duelen pero no me ablandan,
de que mis cicatrices cuentan también
la historia de cómo me volví más fuerte sin perder ternura.
La verdad misma se hace carne y me invita
a romper el silencio de tantas voces acalladas por el miedo.
Suturo viejos rencores y le doy un guiño a mi gran amor,
a esa persona que el día de hoy dió una vuelta más al rededor del sol.
Y al pensar en aquellos días agitados en los que caminamos juntos;
reímos, lloramos, gritamos y también cantamos
me vienen a la mente nuevos versos para dedicarle
y renuevo mis ganas de besarle los labios mientras ella nuevamente
deja su huella indeleble en mi corazón y se gana un lugar
en el firmamento fulgurante de mis más bellos recuerdos,
una pregunta que no requiere ser develada para ser admirada,
una ruta que se presta más a ser imaginada que viajada
y un último beso en los labios que aún al día de hoy le saca brillo a mi mirada.

lunes

Regalando palabras de olvido a gente que ya no me nombra más.

La futilidad de la existencia
me golpea de frente y con furia,
desestabiliza mi postura de pelea
y me deja perplejo y aturdido
mientras trato de no caer
estrellando mi cara contra el suelo.
Una caída en picada en la que la gente ríe
destrozando mi animo
y haciendo que mi piel se abra,
sangrando por heridas invisibles.
Añoro días del pasado en que fuí feliz a mi modo,
la nostalgia es amiga de la tristeza
y son una combinación peligrosa
para un corazón herido de soledad,
que pasa un largo proceso de curación
de viejas heridas que se están cerrando de a poco.
Estudio los motivos por los cuáles
debería regalar un piadoso olvido
a personas por las cuales aún hoy en día
mi corazón se siente muy ligado
y pido un silencioso y único deseo.
Me aferro a la oscura y remota esperanza
de poderlas ver aunque sea una vez más.
Imposturas del encierro y la obligada rutina
que me hacen enfocar la lente hacia atrás,
hacia viejas amistades y momentos pasados,
hacia el vacío inconmensurable
de negrura sin estrellas y vacío cósmico
en el que ronda mi actual existencia.

domingo

Selección de reflexiones en un momento de quietud obligada

Los días y noches se suceden aleatoriamente.
Mi cabeza está presa de la confusión
e intento mantener el equilibrio
entre fuerzas antagónicas que intentan devorarme.
Intento mantener el buen humor
pero francamente cada vez es más difícil.
Entiendo cada vez menos el porque de tanta desidia
y afronto en solitario la pena de estar sólo 
a pesar de estar rodeado todo el tiempo de gente.
Derrota humillante de mi estado de ánimo
desde que la persona a la que más quiero
decidió alejarse definitivamente de mí.
Estando y compartiendo ausencias selectivas al por mayor
mientras mi corazón dolido sangra
y las esperanzas van desapareciendo.
Algún día volveré por los caminos conocidos
y andaré nuevamente por mi barrio
pero me desgarra el alma saber
que a pesar de poder volver allá,
no va a haber quien espere por mí,
nadie a quien contarle mis andanzas desde la última vez,
mis recuerdos, deseos y temores que tiñen mis noches
y, por sobre todas las cosas,
alguien que extrañe mi compañía.
Volveré pero la magia que animaba mis días
ya habrá muerto hace mucho tiempo.
Volveré a caminar por mis veredas queridas,
pero ya no habrá pasos que acompañen mi andar. 
Volveré a ser el mismo pero sin la magia que me animó
cuando el mundo era joven y lleno de promesas por cumplirse.