jueves

Vida urbana y rastros de un relato que se cuenta diariamente en las cronicas de cualquier ciudad medianamente poblada.

Sensaciones encontradas en el corazón
y una herida que sangra lentamente
mientras los días pasan opacos frente a mi.
Ciclos que se repiten una y otra vez
de amistades contadas con los dedos de una mano
y un gran torrente de relaciones que perdí
a lo largo de tortuosos y accidentados años.
Viajo solo y camino por las tardes soleadas
de una ciudad de la que conozco muy poco
y en la que me siento como un fantasma
en medio de multitudes de personas extrañas
que caminan ignorando el vacío que los rodea,
que sonríen y pasan junto a la inmundicia del mundo.
Pestilencias que se cubren con poca cosa
en las plazas y en las transitadas avenidas
de una hora cercana al anochecer de los tiempos
y papeles que cambian de manos a cambio de nada.
Populoso espectáculo en el que la rancia humanidad
se deja llevar por ritos repetidos diariamente
en medio del suicidio colectivo llamado urbanidad
que deja secuelas de indigencia y estómagos vacíos,
miradas ausentes y brazos esqueléticos hurgando
en un tacho de metal en busca de tesoros olvidados.
Una escena que se repite continuamente cada día
en las grandes ciudades de todas partes del globo,
un espectáculo decadente que no llena teatros
y tiene mas espectadores que cualquiera de ellos,
ávidos a la vuelta de cualquier mugrosa esquina.