martes

Un trabajo que no parece tener fin y una sonrisa al vacío de una pantalla electrónica.

El mundo cambia vertiginosamente
y en medio de la vorágine sangrienta,
la confusión se apodera de mi cabeza
y me descoloca nublando mis sentidos.
Estando en una suspensión voluntaria
sin tener demasiadas opciones para escapar
y viendo como se derrumban mis vínculos
en una ola de reproches y cuentas pendientes.
Escucho mi propia voz en un lugar lejano
y siento el frío que carcome lentamente
los pocos despojos de lo que alguna vez
fue el órgano que latía en mi pecho.
Saliendo lentamente de un letargo triste,
ensimismado y triste veo nuestras fotos,
las que guarde en un rincón de mi corazón
para verte aunque sea de esa precaria forma.
Para sentirte cercana a pesar de que te fuiste,
en suma, para seguirle hablando a quien quise
en un momento en el que era un forastero
en una tierra donde no tenía ningún arraigo
y una razón valida para recorrer las calles,
para pasear en los parques y las plazas correntinas,
en fin, un motivo por el cual pertenecer a este lugar.