sábado

Nocturnos paseos


La noche me inspira con su magia,
recorro y sorbo los sabores que me regala,
la inspiración viene a visitarme
cuando todas las luces se apagan.
Recorro el filo acerado de las horas
que pasan indiferentes a mi dicha o mi dolor,
colecciono fotos y recuerdos varios,
recortes de un diario de un día que pasó.
La musa es caprichosa y no se deja ver
mas que cuando todos se fueron a dormir,
oigo sus pasos acercarse y cierro los ojos.
La memoria como bodega de un galpón vacío,
las ansias de un nuevo día que va a llegar
devoran todos mis pensamientos y deseos.
El viento me golpea en la cara al caminar
y siento el frío crujir de las hojas en el suelo,
horrible sensación de desasosiego me invade.
La certeza de saber que no hay donde dormir por hoy,
devoro con ansiedad hasta mi último aliento,
voy desaliñado, mal dormido y macilento.
Los días vienen y van y se llevan mi esperanza
y me dejo llevar a un país que no esta en ningún lugar
donde los días no pasan y el tiempo esta quieto.
Me levanto en estado somnoliento y miro el amanecer,
camino por las calles vacías hasta la estación del tren,
ya no hay escape posible, ya no hay a donde ir.
Una sensación que me oprime el pecho
y me obliga a sin rumbo por las calles vagar.

Lo perecedero


La noche se cierra sobre el cielo,
la luz abandona el firmamento
y una oscuridad envolvente
nos invita a navegar sus misterios.
¿Que guardan en su seno las profundidades
de una noche otoñal sin estrellas?
Canciones olvidadas de antaño
se cantan en las barras de los bares,
sin sabores cotidianos que nos amargan
como una gris tarde de fría lluvia
con las hojas caídas de pasadas primaveras
y las flores que recuerdan algún ser querido.
Los años pasan y corroen los recuerdos
como las arenas de playas lejanas
en donde solo se escucha el mar impasible.
La mente cansada busca refugio en el alcohol
y al no precavido los hados etílicos le nublan la mente.
Mas ya no hay a donde ir de madrugada
cuando el insomnio me apresa cual telaraña.
Intento pasar el tiempo que me queda con ánimo
tratando de no caer en la desesperación del cobarde.
Miro al cielo y me pierdo en su infinita negrura,
tan frágiles y tan insignificantes como hojas secas
resultamos todos los que ahora vivimos.
Las aguas del tiempo se llevan todo a su paso,
también nos va a llegar la hora de que nos lleven,
las cartas de esta mano ya se jugaron
Y no tengo intenciones de volver a jugar.
Las ventanas de las casas están cerradas para mí
como las puertas de un antiguo y lejano paraíso,
cerradas a mi paso ahora y para siempre