sábado

Estudio nocturno y pausa para escribir algunas reflexiones aleatorias


Asentamiento de sensaciones
y una pagina borrosa que se cae
de un libro olvidado por alguien
en una casa a la que jamas volverá.
Datos inútiles y desgaste emocional
frente a la nostalgia de aquellos días
en los que valía la pena salir a caminar.
Exactamente como al principio de todo
vuelve a estar la lista de mis amistades
desde que salí de la tierra en que nací,
buscando torcer un destino aciago
y tratando de recuperar el ímpetu de vivir.
Años de tristeza solapada y de dolor
por no encajar en el mundo de al rededor
y por siempre ser un extraño a mi tiempo
y a toda la gente que me rodea diariamente.
Por ser un caminante solitario bajo la lluvia
sin un techo bajo el cual resguardar al menos
lo poco que ya queda de mi atribulado corazón.
Ventajas y desventajas de un andar cansino
en medio de multitudes que no me pueden ver
y que no saben siquiera que realmente existo,
que estoy ahí para bien o para mal y soy real,
tan real como la sangre que mana de mis heridas
y tan tangible como la ultima vez que sonreí
por estar cerca de la persona a la que amaba.
Un velo negro envuelve la vida y la noche
oscurece el panorama que se ve en mi ventana
dando lugar al espectáculo mas sublime,
una vez mas leyendo en soledad en la madrugada,
una vez mas disfrutando del silencio de las horas
en las que el sol no reseca mi piel lastimada.

viernes

Tarde lluviosa (ideal para no escribir pero... escribiendo de todos modos)


Una tarde gris de llovizna veraniega,
en la que un ente solitario y apagado
mira pensativamente a través del cristal
y sueña con situaciones que ya no serán,
se frustra y maldice su poca habilidad
para relacionarse con las personas que ama,
por su capacidad casi imbatible para perder
las pocas amistades que pudo cosechar
y mientras ve el ultimo mensaje enviado
por una persona a la que llego a amar.
Una tarde gris de llovizna que se va lentamente
y otro día mas en el que nada nuevo
se suma a las cosas para conversar con nadie.
Calles y carteles azules marcan las esquinas
en una caminata errante y solitaria 
por lugares que no me dicen nada interesante
desde que no hay compañía para charlar,
desde el día que perdí la la ultima amistad 
que mantenía mis lazos con la cruda realidad
y me ayudaba a soportar los sin sabores
dándome palabras de aliento y paseos por la ciudad.
Perdí mas que una mera compañía para pasear,
perdí mas que una excusa para salir a caminar
a lugares que comúnmente no iría a visitar solo,
ademas de todo eso, perdí el motor primordial
por el que no me sentía tan solo en estas tierras
y la única amistad honesta que tuve en años
de buscar infructuosamente alguien a quien apostar.

jueves

Vida urbana y rastros de un relato que se cuenta diariamente en las cronicas de cualquier ciudad medianamente poblada.

Sensaciones encontradas en el corazón
y una herida que sangra lentamente
mientras los días pasan opacos frente a mi.
Ciclos que se repiten una y otra vez
de amistades contadas con los dedos de una mano
y un gran torrente de relaciones que perdí
a lo largo de tortuosos y accidentados años.
Viajo solo y camino por las tardes soleadas
de una ciudad de la que conozco muy poco
y en la que me siento como un fantasma
en medio de multitudes de personas extrañas
que caminan ignorando el vacío que los rodea,
que sonríen y pasan junto a la inmundicia del mundo.
Pestilencias que se cubren con poca cosa
en las plazas y en las transitadas avenidas
de una hora cercana al anochecer de los tiempos
y papeles que cambian de manos a cambio de nada.
Populoso espectáculo en el que la rancia humanidad
se deja llevar por ritos repetidos diariamente
en medio del suicidio colectivo llamado urbanidad
que deja secuelas de indigencia y estómagos vacíos,
miradas ausentes y brazos esqueléticos hurgando
en un tacho de metal en busca de tesoros olvidados.
Una escena que se repite continuamente cada día
en las grandes ciudades de todas partes del globo,
un espectáculo decadente que no llena teatros
y tiene mas espectadores que cualquiera de ellos,
ávidos a la vuelta de cualquier mugrosa esquina.

Nuevas reflexiones de una noche sin nada mejor que hacer y sin lugar a donde ir...

Una habitación con luces apagadas,
y el brillo de una pantalla de ordenador
como la única iluminación disponible
en ese templo donde el silencio se rompe
por el ruido de un teclado gastado
por innumerables palabras escritas a nadie.
Un espectador de lo grotesco y lo sublime
lee en soledad mientras consigue música
que le haga la lectura mas amena
y que le haga olvidar por unos momentos
esa soledad que si bien no es totalmente odiada,
si es por momentos excesiva y casi hiriente.
Mientras camino por calles llenas de viandantes
que van y vienen en sus asuntos sin mirar
que frente a ellos pasa un fantasma errante
que vive de memorias oxidadas y recuerdos
que solo se guardan en su abigarrada mente.
Un teléfono que suena raras y contadas veces
y una medicina que cada vez hace menos efecto
cuando de heridas de un corazón se trata.
El calor se vuelve insoportable y me obliga a salir
en las tardes correntinas a recorrer la costanera
y un famoso parque que hay en esta ciudad,
frente a la vista del río dejo que un nuevo día se vaya
y pienso en la manera de demorar unos minutos
el obligado regreso al calor y la soledad en casa.
Leer hasta el cansancio y no retener nada,
leer paginas y paginas de informaciones varias
y no encontrar saciedad a la duda que me carcome,
y no encontrar una melodía que alivie el dolor
que hace mas años de los que recuerdo que anida en mi.
Nada nuevo hay bajo el sol, otro día mas que acaba
y aun sigo sin encontrar la manera de no odiarme,
de derribar los puentes que tanto me cuesta encontrar
que me llevan a la gente que quiero y aprecio.
Otro día mas de mirar con repulsión el infame espejo
y darme cuenta que la monstruosidad mas tétrica
no esta en las paginas de los libros que leo...
esta parada y observándome cada vez que miro...
la pulida superficie de un espejo.

martes

Visita a la casa de las plantas

Una casa vacía y sin techo que la cubra,
un lugar que hace tiempo fue abandonado, 
al que dejaron morir en su propia soledad,
En el aburrimiento de otra tarde calurosa
en una localidad de tantas de la provincia
donde el destino y los azares de la vida
me llevaron hace ya un buen tiempo a vivir,
ella transcurre silenciosa su casi olvidado existir.
Mientras las plantas invaden las habitaciones
y el reino de silencio que se entrona allí
solo es interrumpido por el episodico cantar
de algún pájaro que se posa distraidamente.
Unas piedras como al descuido se desparraman
cuando intento abrirme paso entre las ramas
y observar mas de cerca las vacías habitaciones,
al trasponer una de las numerosas puertas descanso
y el frente oxidado de un camión antiguo, en el suelo
me da una silenciosa bienvenida desde un rincón
en el que las visitas ya no son tan habituales
como de seguro debió de ser en años anteriores
cuando el sitio estaba en el apogeo de su actividad
y no solo habitado por zarzas y enredaderas.
Salgo al paso de cualquier mínima señal de actividad
y me estremezco al pensar que soy el primero
en cruzar tales umbrales umbríos y solitarios,
tal vez el primero en décadas ya que ni la basura
ni los aerosoles invadieron la carcasa del edificio.
En silencio contemplo el espectáculo y me retiro
con el mismo respetuoso tono con que entre.
No tome nada como tesoro o recuerdo ya que,
el haber estado ahí fue mas de lo que esperaba obtener.
Una imagen que se podría aplicar en varios sentidos
y en varias esferas del mundo por mi conocido
y del mundo que se expande dentro de mi mismo.