martes

Descenso

La quietud de la noche me atrapa
y el sueño se resiste a venir hoy
mientras elaboro estas lineas ausentes
pensando en lo bueno que sería  
ser capaz de desaparecer del mundo
sin dejar heridas absurdas y evitables
en la poca gente que se acerca mí.
Arrastro las horas nocturnas escribiendo
y narro cosas que no vienen al caso,
mientras debato conmigo en silencio
el empezar a dejar vicios y malos hábitos
que redundan en esta insularidad aburrida
en la que las playas de mis contornos
son evitadas por cuanta persona que pasa.
Inseguridades y reclamos de un ego herido
que hacen que el menú del día siempre sea
un almuerzo y una cena tristes y solitarios
donde el sabor de la comida es acartonado
y los sentidos embotados y casi extintos
no me dejan ver con claridad el camino a seguir.
Caer al suelo y después volver a levantarse
es algo que le cuesta el doble a un espíritu
que tras perder varias batallas está cansado.
Miro a mi al rededor con ojos casi ciegos
que no alcanzan a ver ni la mitad de lo existente
y a manotazos al aire intento avanzar nuevamente,
tratando de no tropezar con mis torpezas,
esas que me salen de la galera casi siempre
y me alejan de las personas que aprecio.
Una habitación a oscuras y un teléfono silencioso
son los únicos testigos del oficio de escribir
que en estos momentos despliego de manera torpe,
casi tropezando con las palabras y borrando cosas
para volver a reescribir cada renglón nuevamente,
hasta que el amanecer me sorprenda otro día
durmiendo sobre el teclado con un escrito a medias,
a medio curar de viejos dolores que vuelven siempre.
Siempre se puede caer mas bajo en la vileza,
siempre se pueden perder amistades que aprecio
y dejar en evidencia que valgo cada vez menos
que la mismísima bazofia inmunda que estoy escribiendo.