sábado

Inciertas tardes del oeste


Las horas del día se escapan ante mi,
corren como las presas temerosas
que huyen de un implacable cazador.
Horas iguales y días iguales en mi mente,
como gotas de agua que caen continuamente.
Los pájaros pasan volando y no se detienen,
ruidos cotidianos de coches y de la gente,
el sol se esconde y da paso a la incertidumbre.
Camino despacio y mido mis pasos cansados,
la noche se acerca y con ella crece mi miedo.
No tuve nada que perder ni que extrañar
pero esta noche puede cambiarlo todo.
Cruzo los dedos y me miro en el espejo,
un reflejo empañado que no oculta mi temor,
recuerdos de canciones y de botellas vacías,
el amor golpeo a la puerta y golpeo mis costillas,
fumo un cigarrillo inquieto y me imagino tu cara,
esa cara que se grabo en mi mente de una sola vez.
Espero que las cosas salgan bien también por hoy.

Artesanías y música fúnebre


Mi cabeza esta a punto de explotar,
la noche se va y el sueño no viene,
deseo tener un momento feliz otra vez.
Miro la noche ennegrecida y oscura
que se mete en mi habitación vacía,
susurro el nombre que me desvela
y como un talismán contra las pálidas.
Recorro las mesas y los pasillos fríos,
guardo una entrada y un billete gastado
en el bolsillo de mi campera gastada,
suspiro y miento diciendo que estoy bien.
Una lagrima se desliza furtiva y sin querer,
botellas vacías y restos de comida por doquier,
mi teléfono no suena esta noche solitaria.
Como me gustaría poderte ver esta vez,
alcancías vacías y sueños rotos en la pared,
una palidez macabra en mi dolida piel,
ojos que se cansan de mirar el vacío que ves.
Cierro los ojos y trato de poder dormir,
doy vueltas y no paro de pensar en lo mismo.
Si no vale la pena la vida que se acabe ya mismo,
que si todos los perros van al cielo de los perros
que me digan como encontrar el camino
y si no me mata un rayo, me mato yo mismo.