viernes

Introducción a contradicciones mayores de las que creía poder manejar.

El tiempo se escapa lentamente entre rutinas oxidadas,

se va como granos de arena de una playa olvidada

en las costas de memorias lejanas y difíciles de alcanzar

para un viajero solitario que solo lleva las ausencias

de las personas que alguna vez fueron una parte de su vida.

Acurrucándose en rincones sórdidos a la espera de que la lluvia

deje de caer sobre los agrisados terrenos baldíos de su corazón

y esperando pacientemente que las horas de sol vuelvan pronto.

Una sensación de desasosiego y una punzada en el interior

de una coraza que proeje solo por la parte exterior del cuerpo

pero que no tienen nada que hacer por las heridas internas.

La soledad es buena si viene acompañada de amistades también,

como único alimento deja cicatrices y huellas que sangran

cada vez que paso frente a un lugar concurrido por ambos,

lo que sucede mas a menudo de lo que acaso desearía,

el desahogo de unas cuantas palabras dichas al azar no cura

la herida profunda que tu prolongada ausencia empieza a causar.

Entre tanto tiro por la borda todo intento de volver a acercarme,

aunque una parte considerable de mi mismo lucha en contra

y se resiste a aceptar la amarga verdad de tu pronta partida.

Me quedan unas notas garrapateadas en un papel blanco,

una lista de las cosas buenas que yo parecía poder tener,

unas pocas fotos que tuve la oportunidad de tomarnos juntos

y una raigambre de caminatas y relatos compartidos y disfrutados

cuando la tarde correntina me invitaba mas a quedarme en casa.

El dolor me carcome pero aun así te dejo ir 

para no convertirme en lo que nunca jamas quisiera llegar a ser.