martes

El devorador de mundos



El tiempo es un devorador implacable,
siempre hambriento y acechándonos
para poder engullirnos con mas facilidad
mientras ni llegamos a ver que pasa.
La casa que tuve ya no esta habitada
mas que por los recuerdos que de ella tengo
y mi corazón sólo sigue latiendo por inercia
en un jardín reseco con arboles muertos.
Las posibilidades de salir adelante se achican
aunque debo admitir que no desaparecen
y el anhelo de vida aún anida en mi ser que
pese a todas las heridas que lo atormentan
y las dudas en largas noches de insomnio,
aun tiene un resto de coraje para entregarse
en las jugadas peligrosas de un esquivo amor.
En la incertidumbre de lo que nos pueden traer
los acontecimientos que todavía no han de ser
y en la espera de un tren que tal vez no venga,
paso los días caminando solitario por calles
de una ciudad que desde tiempos inmemoriales
me estaba llamando para que de ella hiciera
algo parecido a lo que podría decirse mi hogar.
Nuevamente un giro inesperado del destino
me despoja de las cosas que aprendí a querer
para ponerme a prueba y ver de que soy capaz.
Mientras tanto el tiempo sigue con sus andanzas
y silenciosamente cumple con su labor devoradora.

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