Secretos
que a medias son confesados
y
sueños en proceso de ser soñados
se
agolpan en ese caos irremediable
que solo la palabra escrita es capaz
de provocar en aquellos lectores
que
se atreven a explorar la jungla
de
las imprentas y sus dulces frutos.
Aquellos
que no temen perderse
en
interminables junglas de palabras
buscando
el adjetivo perfecto para
poder
rotular las emociones que evoca
en
ellos la narración en la que navegan
y
se contentan con poder salir enteros
cuando
la ultima palabra haya sido leída.
Un
camino paralelo y cercano al del sueño
pero
no tan lejano al de una vida paralela
como
para que sea un simple juguete onírico.
Leer un texto implica riesgos mas grandes
de
los que el mero formato en papel
nos
permite ni remotamente poder imaginar.
Perderse
para siempre en las trampas
de
una trama ideada para nunca terminar
es solo uno de los tantos riesgos que hay.
Una
vez me metí tanto en una historia triste
que tuve que pasar mas de veinte años
para
poder escaparme de sus sutiles embrujos
y
hasta el día de hoy paso noches preguntándome
si
efectivamente pude salir de esa casa maldita.
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